martes, 14 octubre, 2025

Tindaya, la puerta de los dioses

Tindaya escapó por los pelos, su montaña, quiero decir. Y por lo precavido y desconfiado que suelo ser en ciertos asuntos que tienen que ver con la política y la alta empresa, no es cosa de bajar la guardia. Quizá muchos lectores no tengan memoria de ello, ya que cada día nos volvemos más efímeros, pero la Montaña de Tindaya, posiblemente el epicentro de la espiritualidad de los antiguos majos, en Fuerteventura, estuvo a nada de ser perforada en favor de un proyecto artístico que, cuando menos, era discutible.

Creo que Tindaya es una puerta al mundo de los dioses. No un lugar desde el que contemplar la manifestación de los mismos en nuestro mundo, sino una puerta para ir al suyo. No lo puedo demostrar, es simplemente un pálpito. En su cúspide, a unos 400 metros sobre el nivel del mar, envuelto por las extensas llanuras del Esquinzo, sentí la calma más profunda que jamás he podido experimentar en mi vida. Subí por vez primera hace muchos años, quizá 25 o 30 años, no recuerdo, en compañía de un guía que irrumpió desde la lejanía en una bicicleta. No recuerdo su nombre, pero no olvidaré la pasión con la que hablaba y la forma en la que me hizo ver lo invisible. En nuestro recorrido, me fue mostrando paneles con grabados podomorfos que surgían ante mis ojos como por arte de magia. Él estaba adiestrado para verlos, y a mi me llevó un rato habituarme, hasta que al fin empecé a detectarlos por mí mismo.  Más de 300 pies, extraños y en apariencia orientados con un patrón dominante, cuyo significado, por mucho que se empeñen en decirnos lo contrario, nadie conoce. Arriba, donde la montaña está más cerca está del cielo, pedí estar en soledad unos minutos, respirando, mirando sin mirar…Entonces sentí paz, calma, verdadera serenidad, algo que me envolvía sin esfuerzo, que parecía venir de la montaña y de cuanto la rodeaba. Algo así no lo he vuelto a sentir en mi vida, en ningún lugar.

Montaña Tindaya fue lugar de reuniones brujeriles, de rarezas y fenómenos de frontera. Me hablaron de ellos, no de oídas, sino como protagonistas directos. Tengo que regresar, pedir que me guíen de nuevo y volver a conectar con su paz. Tal vez tenga suerte y la puerta vuelva a abrirse.

José Gregorio González
José Gregorio Gonzálezhttps://cronicasdesanborondon.es/
Escritor y divulgador, director de Crónicas de San Borondón.

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