Tras su captura por las tropas europeas, el noble indígena Tenesor Semidán fue llevado ante la presencia de los Reyes Católicos. Allí se bautizó con el nombre de Fernando Guanarteme y prometió lealtad y obediencia a Isabel y Fernando.
Independientemente de que para muchos ese apresamiento fuera buscado o deseado por Tenesor, no existe duda de que ese hecho histórico supuso un punto de inflexión en el proceso de conquista de Gran Canaria y de Tenerife, tras su participación también en el sometimiento del pueblo guanche.
Sus majestades los Reyes Católicos decidieron premiar a su nuevo súbdito ofreciéndole tierras en Guayedra para que pudiera establecerse en ellas junto a su familia. Una vez que este y su descendencia ocuparon el territorio creció la preocupación entre los castellanos ante el gran número de indígenas que empezaron a residir junto a él.

Ese miedo se materializó en un escrito firmado por el gobernador Hernando de Porras que fue enviado desde Gran Canaria a la Corte. La respuesta recibida por parte de los Reyes Católicos es que ese lugar le había sido entregado a Fernando Guanarteme a título de “Término Redondo”.
Si acudimos a diccionarios de términos jurídicos de la Edad Media en busca de dicha clasificación territorial, nos vamos a encontrar que el mismo define a un territorio sobre el que no tiene jurisdicción los pueblos colindantes. La Real Academia de la Lengua aclara que los “Términos Redondos” están sujetos a “alguna jurisdicción especial (señorial o eclesiástica, etc.) por lo que es indicativo de territorio con un derecho privilegiado”.
El uso de ese término por parte de los Reyes Católicos nos da a entender que no solo se le dio a Fernando Guanarteme la propiedad de Guayedra, sino que también se le permitió legislar y gobernar sobre todo lo que concerniese a las personas que residieran en sus posesiones.

Estaríamos por tanto ante una suerte de “mini estado” gobernado por aquel que una vez fue llamado por su pueblo Tenesor Semidán.
Ese derecho concedido no impidió que el antiguo gobernante de Gran Canaria muriera en la pobreza, posiblemente envenenado en Tenerife. Con ello se intentaba impedir que contase a los Reyes Católicos los constantes incumplimientos que los representantes reales en Canarias realizaban ante los supuestos “nuevos súbditos”.
Durante años fue tradición popular que Tenesor Semidán estaba enterrado en la Ermita de San Cristóbal en La Laguna. Sin embargo, diferentes investigaciones han descartado esa posibilidad.
Hoy es un misterio que ocurrió con los restos mortales de un personaje histórico, que sigue levantando pasiones entre defensores y detractores.