Antoine de Saint-Exupéry no solo fue el autor de El Principito, uno de los libros más leídos y traducidos del mundo, sino también un piloto valiente cuya vida y desaparición están marcadas por el misterio y el heroísmo. Su figura permanece suspendida en la historia entre la literatura y la aviación, entre la poesía y la guerra, entre la tierra y el cielo que tanto amó.
Nacido en Lyon, Francia, en 1900, Saint-Exupéry fue un pionero de la aviación y un apasionado del cielo. Antes de consagrarse como escritor, trabajó como piloto comercial para Aéropostale, una de las primeras compañías de correo aéreo. Recorrió África, Sudamérica y los cielos del Atlántico en aviones frágiles que luchaban contra tormentas, desiertos y noches sin instrumentos.
Esas experiencias marcaron profundamente su obra. En Vuelo nocturno (1931), Tierra de hombres (1939) y, por supuesto, El Principito (1943), el aire se convierte en un símbolo de introspección, libertad y contacto con lo esencial. Su literatura combina observación humana con filosofía existencial, escrita con la claridad de quien ha contemplado la vida desde las alturas.
El 31 de julio de 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, Saint-Exupéry despegó de Córcega en una misión de reconocimiento para las Fuerzas Francesas Libres. Nunca regresó.
Durante décadas, su desaparición alimentó rumores, leyendas y conjeturas. ¿Había sido derribado por un avión enemigo? ¿Había sufrido una fallo mecánico? ¿Se había suicidado, como insinuaban algunos biógrafos? El enigma creció a la par de su figura mítica.

No fue hasta 1998 cuando un pescador encontró cerca de Marsella una pulsera con su nombre. Años después, en 2000, el buceador Luc Vanrell localizó los restos de un Lockheed P-38 sumergido frente a las costas de Marsella. La identificación fue confirmada por el número de serie grabado en una pieza del fuselaje. Todo indicaba que se trataba del avión de Saint-Exupéry. A pesar de este hallazgo, las causas exactas del accidente aún se desconocen.
La muerte de Antoine de Saint-Exupéry —como su vida— quedó envuelta en metáforas. El autor que había creado al pequeño príncipe que desaparece en el desierto, regresó simbólicamente al cielo. Su desaparición no truncó su legado: lo volvió eterno.
Hoy, su figura representa algo más que un escritor caído en la guerra. Es símbolo de valentía, introspección y belleza literaria. En sus palabras, “lo esencial es invisible a los ojos”; pero su historia, aunque envuelta en bruma, sigue brillando como una estrella que guía, como un faro silencioso en medio del viento.