Hoy se cumplen 118 años del nacimiento de Frida Kahlo (6 de julio de 1907 – 13 de julio de 1954), una de las figuras más icónicas del arte del siglo XX. Más allá de su pincel, su vida fue un lienzo de dolor, resistencia, amor y revolución. Frida no solo pintó autorretratos, pintó la vida desde las entrañas, desde las cicatrices físicas y emocionales, y lo hizo con una voz única que sigue resonando con fuerza en todo el mundo.
La infancia de Frida estuvo marcada por la poliomielitis, y a los 18 años sufrió un accidente de tranvía que fracturó su cuerpo y transformó su destino. A partir de entonces, la pintura se convirtió en su refugio y en su trinchera. Desde su cama, con un caballete adaptado y un espejo en el techo, comenzó a retratarse a sí misma, a enfrentarse a sus demonios y a exorcizar el sufrimiento con colores intensos y simbología profunda.
Aunque muchas veces se la enmarca dentro del surrealismo, Frida afirmaba con contundencia: «Nunca pinté sueños, pinté mi propia realidad.» Esa realidad estaba teñida de lucha social, de feminismo avant la lettre, de mexicanismo feroz, de amor y desencuentros con Diego Rivera —pintor muralista y compañero en un amor tan apasionado como tormentoso.
Kahlo fue también militante comunista, defensora de la identidad indígena, y símbolo de una mujer que se negó a encajar en los moldes de su tiempo. En sus cuadros conviven la sangre y las flores, el cuerpo y la tierra, la maternidad frustrada y el erotismo, la muerte y la esperanza.
A más de un siglo de su nacimiento, la figura de Frida no ha hecho más que crecer. Su imagen, a veces convertida en mercancía, sigue despertando preguntas: ¿Por qué nos sigue mirando con tanta intensidad? ¿Qué dice su ceja, su corona de flores, su gesto solemne?
Hoy, Frida Kahlo es un símbolo de empoderamiento, diversidad y libertad creativa. Desde museos hasta movimientos sociales, su figura es celebrada como una inspiración inagotable. Su Casa Azul en Coyoacán, convertida en museo, recibe a cientos de miles de visitantes cada año que buscan acercarse al universo íntimo de una mujer que convirtió su sufrimiento en arte y su arte en bandera.
En un mundo convulso, la voz de Frida sigue vigente. Sus frases —“Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?”— resuenan con una potencia que desarma. Hoy, 6 de julio de 2025, en el aniversario número 118 de su nacimiento, recordamos no solo a la artista, sino al ser humano que supo convertir cada herida en color.
Frida no ha muerto. Vive en cada trazo, en cada lucha, en cada mujer que decide contarse a sí misma sin miedo.