Nueva York, 11 de septiembre de 2001. En medio del caos, mientras muchos seguían órdenes confusas o permanecían expectantes, un hombre decidió actuar. Rick Rescorla, director de seguridad corporativa de Morgan Stanley, había anticipado que un ataque podía suceder en el World Trade Center. Gracias a su espíritu militar, su firme convicción y su preparación constante, dirigió la evacuación de sus colegas y salvó a miles de personas.
Nacido como Cyril Richard Rescorla en Cornwall, Inglaterra, el 27 de mayo de 1939, Rescorla vivió una vida marcada por el servicio y la disciplina. Sirvió como paracaidista con el Ejército británico durante la Emergencia de Chipre, luego emigró a Estados Unidos, se alistó en el Ejército estadounidense y luchó en Vietnam bajo el mando del legendario teniente coronel Hal Moore.
Tras dejar el ejército, estudió literatura, obtuvo un título en Derecho y ejerció como profesor antes de dedicarse al campo de la seguridad corporativa. Finalmente se incorporó al equipo de seguridad de Dean Witter, que luego se fusionó con Morgan Stanley, ubicándose en el World Trade Center.
Pero más allá de su currículum, lo definía una intuición firme: él estaba convencido de que las torres del WTC eran un blanco probable para ataques terroristas. Tras el atentado a las Torres en 1993, Rescorla se obsesionó con reforzar la seguridad de su empresa. Impuso simulacros de evacuación cada tres meses, llevó a cabo planes de contingencia y llegó a enfrentarse con ejecutivos que veían esas prácticas como molestia.
“Cuando uno de sus colegas le dijo que él también tenía que evacuar el edificio, Rescorla respondió: ‘Tan pronto me asegure de que todos estén fuera’.”
Cuando el vuelo 11 impactó la Torre Norte a las 8:46 a.m., Rescorla, desde su oficina en el piso 44 de la Torre Sur, comprendió que la emergencia era real. Ignoró los altavoces oficiales que pedían permanecer en los puestos de trabajo y, con un megáfono, una radio y su presencia, comenzó a coordinar la evacuación de los aproximadamente 2.700 empleados de Morgan Stanley en esa torre (y también personal de WTC 5).
Guiaba a las personas por las escaleras, les pedía calma, y muchas veces cantaba canciones de Cornualles para mantener la moral alta en la angustiosa bajada. En una conocida llamada a su esposa, le dijo: “Deja de llorar. Tengo que sacar a estas personas con vida. Si algo me pasa a mí, quiero que sepas que nunca he sido más feliz”.
Se le atribuye que casi toda la plantilla de Morgan Stanley en la Torre Sur fue evacuada con éxito antes de que el impacto del vuelo 175 causara daños mayores. Mas tarde, pese al riesgo extremo, regresó al interior de la torre para buscar supervivientes. Fue visto por última vez en el piso 10, subiendo escaleras hacia plantas más altas, poco antes de que la torre colapsara a las 9:59 a.m.
De los 2.700 evacuados, solo 13 trabajadores de Morgan Stanley fallecieron — Rescorla entre ellos, junto a sus colaboradores cercanos que también se quedaron para asistir.
Rick Rescorla no era un superhombre: era un hombre con firmeza moral y disciplina forjada en combate. Su insistencia en que sus empleados practicaran evacuaciones regulares y estuvieran mentalmente preparados fue decisiva aquel día.
Su historia resurge como ejemplo de liderazgo en crisis, de responsabilidad personal y de sacrificio por los demás. El Memorial del 11-S lo recuerda en el panel S-46 del recinto sur.
En su momento, él declaró no sentirse merecedor de etiquetas heroicas: “Los verdaderos héroes están muertos”, decía, refiriéndose a los que no tuvieron oportunidad de escapar.
El nombre de Rick Rescorla será recordado siempre, no solo como un militar o un ejecutivo de seguridad, sino como quien hizo que miles de personas participaran conscientemente en una huida organizada en medio de la destrucción, con canto en las escaleras, voz firme y decisión inquebrantable.
