Dentro de todas las culturas antiguas la piedra es objeto de culto, no solo como material cuasi imperecedero, sino por ser parte y soporte de esas energías sutiles a nivel telúrico y que muchas de ellas, sobre todo las del continente africano, creen que puede fijar las almas de los difuntos y servir de vehículo para que las divinidades se manifiesten.
En este sentido, uno de los pioneros en percatarse de que mucho de los lugares sagrados de la antigüedad obedecían a practicas chamanicas relacionadas con las piedras, fue Jean Clottes, prehistoriador francés, que ha sido asesor del Ministerio de Cultura francés, conservador general de Patrimonio y presidente del Comité internacional de arte rupestre (Icomos). Actualmente es responsable de la investigación científica de la Cueva Chauvet y presidente del Comité Internacional de Arte Rupestre de la Unesco y autor de numerosos libros sobre arte rupestre.
Considerado uno de los más prestigiosos científicos en su especialidad en el mundo, en su interesantísimo libro “Los Chamanes en la prehistoria” escrito junto a otra autoridad en esta materia David Lewis-Williams, estudia a la posibilidad de que el arte rupestre tuviera un fuerte vínculo con las sociedades chamánicas, con su cosmovisión y sus prácticas rituales; en definitiva, que el arte rupestre fuera un arte chamánico. El estudio arranca con una introducción al chamanismo, sus prácticas, sus técnicas, los estados alterados de la conciencia, la función en las sociedades arcaicas (caza, sanación, relación con espíritus de los animales o tutelares…).
Durante una visita que realizó a la isla de La Palma para interesarse por los grabados de La Zarza y La Zarcita, pude mantener con él una animada charla sobre los lugares de culto de los antiguos canarios. Comentaba que después de haber visto varios de ellos en la isla y desde su experiencia en este tipo de lugares, argumentaba que responden a los mismos patrones de búsqueda intencionada de ciertas piedras, que revelaban unos fuertes vínculos con las energías de la naturaleza.
Y es esta parte, la que abordaremos en estas líneas dentro de los conjuntos ceremoniales de grabados rupestres y piedras de culto (litófonos, menhires…etc.) que jalonan nuestra geografía insular.
En Canarias estos lugares han sido objeto de investigación en los ámbitos académicos sobre su simbología y epigrafía, pero dejando de lado las posibles implicaciones chamánicas de las mismas. En este caso queremos hablar desde el conocimiento que los antiguos tenían para aprovechar las energías de estas piedras por sus propiedades tanto para la sanación como para provocar estados alterados en la conciencia y como muchas de estas zonas fueron buscadas es profeso para tal fin.
La tradición oral habla de muchos de estos sitios como potenciadores de “mágicas” como podrían ser las estaciones rupestres o de sanación como lo son muchas guácaras y litófonos.
Estos lugares podríamos aglutinarlos en dos grupos. Los que corresponderían a niveles de vibración a través del sonido, ya sea mediante percusión de la piedra misma o emitiendo cierto tono de voz o percusión con tambor delante de ellas. Y las que obedecen a la emisión de los llamados iones negativos que desprenden.
En el caso de los grabados rupestres y litófonos, las piedras por las que se decidieron son las de las particularidades de vibración que fueron utilizadas tanto como para poder alterar la conciencia en las ceremonias como para la sanación. Curiosamente estas reverberaciones que producen las piedras al percutirlas o utilizar tonalidades de voz están en una frecuencia de 528Hz. La frecuencia 528 Hz es de la que más se habla por ser usada por los biogenetistas para la reparación del ADN. En un entorno ceremonial provoca estados de alteración de la conciencia. Esta frecuencia vibracional junto a la geometría representada por nuestros antiguos en las piedras, facilitarían a los asistentes entrar en trances colectivos o individuales.
En el caso de las guácaras y lugares de culto, su utilización se debe a las particularidades de las piedras para emitir iones negativos cono conocido como el ion de la felicidad. Los niveles para que los iones negativos interactúen con nuestro organismo, se han fijado en una escala de 300 iones negativos. En muchos de estos lugares utilizados por nuestros antiguos, las mediciones pueden llegar a unos niveles de 2.700 a 3500 iones negativos en exposiciones de 30 minutos.
Cuando la cantidad de iones negativos en la sangre se aumenta a niveles por encima de 300, la función de la célula se activa y promueven la producción de glóbulos en la sangre, resultando en una mayor resistencia contra las enfermedades, por lo que eran utilizadas para reequilibrar los campos energéticos del individuo y su sanación física.
Estas practicidades de los lugares de culto dispuestos por los antiguos, siguieron utilizándose por las gentes de nuestros campos, conocedores de las propiedades beneficiosas de las mismas teniendo por norma descansar en los mismos a la vuelta de las faenas del día; no en balde por esa razón aun hoy se las conoce por un sugestivo nombre que muchos de nosotros hemos repetido, PIEDRA VIVA…