martes, 14 octubre, 2025

Amaro Pargo y el abordaje al Saint Joseph

Cuando Ubisoft se fijó en Amaro Pargo como figura para promocionar su videojuego Assassin’s Creed: Black Flag, allá por los años 2013-2014, organizó diversas actividades alrededor de su figura. Entre ellas, y tras obtener los permisos necesarios, se contrató a un equipo de investigadores y arqueólogos de la Universidad Autónoma de Madrid para analizar las tumbas de la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán, en San Cristóbal de La Laguna.

El estudio arrojó conclusiones interesantes sobre la fisonomía de Amaro, su alimentación, y diversas heridas sufridas en vida que dejaron huella en su esqueleto. Aquel trabajo se tradujo en un vídeo muy cuidado y atractivo, que presentaba al corsario canario como un defensor de los intereses de la Corona. En él, se mencionaba, entre otras gestas, que cerca de las costas de Cádiz había abordado un navío británico en plena guerra, reafirmando así su papel como corsario legítimo.

El vídeo, como muchos otros que han proliferado en redes sociales desde entonces, resulta convincente. En él se insiste en que Amaro actuó bajo patente de corso, ejecutando abordajes en nombre del Rey y quedándose con la presa como recompensa legal. Algunos relatos incluso aseguran que aquel barco fue llevado a Tenerife y, pese a ciertas irregularidades, terminó siendo entregado a la Corona, que lo integró en su flota en un momento de urgente necesidad naval.

Sloop SXVIII similar al Saint Joseph

La interpretación dominante es que, aunque sus métodos no siempre fueran ortodoxos, Amaro Pargo cumplió con su deber, y de paso, hizo un favor al Rey. Y sin embargo, prácticamente nada de eso ocurrió.

Cuando Amaro Pargo emprendió su último tornaviaje al mando del Bravo desde el Caribe hacia las islas Canarias, lo hizo como era costumbre: primero hacia el norte, alcanzando la latitud de Barbados para aprovechar los vientos del hemisferio norte y encarar el Atlántico. En esta ocasión, iba a bordo de unos de sus navíos emblemáticos, que había adquirido en subasta en Campeche hacia 1708, tras perder el uso de su anterior embarcación, el Ave María.

Recreación del niño abordo del barco apresado por Amaro

Desde La Guaira, bordeando la Habana, puso rumbo al Atlántico Norte. A la altura de Lisboa, en aguas frías y ventosas, ocurrió el encuentro que aún hoy levanta controversia. Fue allí donde Amaro interceptó un pequeño bergantín –un sloop de origen francés– rebautizado como Saint Joseph, propiedad del armador irlandés Cunningham. El barco, antes llamado San Luis, estaba tripulado por once hombres y un niño, bajo el mando del capitán irlandés y católico Alexander Webster.

¿Cómo pudo tener lugar cerca de Cádiz, como algunos han afirmado, si los navegantes canarios en ruta de regreso evitaban esa costa y viraban hacia las latitudes portuguesas para aprovechar los vientos de regreso a Tenerife? Y uno se pregunta, ¿de dónde adquirió la empresa de videojuegos esta información?

Según documentos conservados en el Archivo General Militar de Segovia, el capitán Webster declaró que, en el momento del asalto por parte de Amaro, se encontraban a tan solo seis leguas de Lisboa, regresando a Dublín con una carga de vino, aceite de oliva, corcho, cítricos y otros productos adquiridos legalmente en puertos españoles. Y es que contaban con un pasaporte real firmado en nombre del Rey Felipe V (en Corella, Septiembre de 1711), que los legitimaba a operar en aguas españolas, a pesar de estar en situación bélica con España. A cambio, se les permitió vender abadejo salado que habían traído desde San Juan de Terranova, y su venta fue perfectamente legal, a través de la Casa de Contratación de Sevilla a finales de 1711.

Lo que complicó su situación fue un incidente previo: una semana antes del asalto de Amaro, cuando los británicos regresaban con las compras realizadas en Sevilla, el Saint Joseph sí fue interceptado entre Cádiz y Sanlúcar de Barrameda pero a manos de un corsario francés Guillaume Grave, al mando del Saint Esprit (60 cañones). Grave no solo le confiscó toda la documentación, incluyendo el pasaporte real expedido por Felipe V –que legitimaba el comercio con género español–, sino que además secuestró al maestre William Campbell y lo trasladó a Saint-Maló.

Cuando Amaro, junto a su joven hermano José Felipe –que contaba con apenas 19 años–, detuvo el Saint Joseph y exigió sus papeles, Webster no pudo presentarlos. Amaro, actuando bajo su patente de corso, consideró entonces al buque una presa legítima, a pesar de las protestas de los tripulantes, la mayoría irlandeses, quienes intentaron justificar la ausencia de documentación con una copia del acta de rescate: Webster había firmado un compromiso por 2.500 libras esterlinas a cambio de la liberación de Campbell, condicionado a la venta de la carga transportada.

Así, la legalidad del apresamiento quedó en una zona gris. Para Amaro, sin pasaporte válido, la presa era válida. Para los británicos, era una doble víctima de la piratería: primero del francés, luego del corsario español.

Pero, ¿qué ocurrió con la tripulación y el pequeño sloop? Navichuelo, según los documentos españoles del archivo militar, término despectivo hacia esa pequeña embarcación de apenas 50 toneladas de bodega. Nunca llegó a manos de la Corona por falta de barcos y maderas. Ni Amaro terminó ganando el segundo juicio que apelaron tanto los irlandeses como los franceses, los cuales argumentaban que rescataron del mal tiempo a los británicos, y a cambio de salvarles la vida, tomaron como rehén a su maestre por un rescate de 2.500 libras.

En un mundo de piratería y triquiñuelas para salir siempre con la suya, Amaro, astutamente y al poco de aparecer en Santa Cruz de Tenerife con la presa, la vendió a un conocido comerciante holandés, afincado en La Laguna llamado Juan Antonio Moermanns, quien controlaba parte del tráfico entre el norte de Europa y la isla de Tenerife, por 612 pesos en una subasta pública realizada en un juicio rápido en abril de 1712, liderado por el Capitán de Canarias, Fernando Chacón.

Juan Antonio Moermans, el comerciante holandés que adquirió la presa realizada por Amaro Pargo por 612 pesos. Lienzo que se conserva en la ermita de Nuestra Señora del Socorro de los Realejos. Segunda figura a la derecha.
Adjudicación por 612 pesos del Saint Joseph

El destino de los prisioneros fue incierto, pero presuntamente, fueron liberados al poco de terminar el primer proceso, y tendrían que buscarse la manera de regresar a su tierra. La Corona, que estaba en aquellos momentos negociando la paz con Gran Bretaña y Holanda, no pudo permitir que un barco con todos los papeles en regla y con su autorización, acabara en manos de corsarios, que usaron su condición para aprovecharse de un indefenso barco. En el caso de Amaro, se podría entender que tomó su decisión por falta de documentación a bordo, pero más tarde durante el segundo proceso judicial, todos los documentos rubricados por la corona española fueron presentados a través de los abogados y el cónsul británico afincados en La Laguna, y poco pudo hacer Amaro para defender su causa, teniendo que restituir todo lo robado a la Compañía de Cunningham, a través de su representante en España, afincado en Cádiz, el británico Ricardo Hora, quien ejercía de representante de los intereses irlandeses.

Pero, este error cometido por Amaro, le ayudaría años más tarde en cometer uno de los actos de piratería más importantes que se recuerdan en Holanda, cuya Compañía de Indias denunció a la Corona, allá por 1725. En tiempos de paz, por mucha patente de corso que uno tuviera –si esto realmente era el caso–, no podía atacar a un barco “amigo”. Abordaremos este asalto frente a las costas del río Esequibo (Enero de 1722) en un futuro artículo.

Pasaporte Real

El Rey 

Por cuanto he resuelto que a don Juan Carrol se le conceda pasaporte para que el navío inglés llamado San Joseph, de porte de cincuenta toneladas, poco más o menos, cuyo capitán es Alejandro Webster, pueda venir de Inglaterra al puerto de Cádiz con géneros y mercaderías, aunque sean de ilícito comercio, pagando los derechos establecidos según su naturaleza, y sacar en retorno frutos y géneros del país, sin la obligación de traer granos, como han tenido otros navíos.

Por tanto, ordeno a cualesquier jueces del contrabando, gobernadores, corregidores, alcaldes y capitanes del corso ante quienes se presente este pasaporte, que atiendan a su efectivo cumplimiento, sin ocasionar molestia alguna al dicho navío y capitán, pues tal es mi voluntad.

Y que se tome razón en la veeduría del contrabando del referido puerto de Cádiz, al tiempo de la entrada y salida de dicho navío, atendiendo con la mayor vigilancia a que con este pretexto no se introduzcan mercaderías y géneros de los dominios de Holanda. 

Dado en Corella, a veinticinco de septiembre de mil setecientos once.

Yo, el Rey.

Por mandato del Rey nuestro señor,

Don Juan de Elizondo.

(Lugar + de un real sello.)

Extracto del Pasaporte Real otorgado por el Rey Felipe V al capitán Webster, capitán del Saint Joseph, Septiembre de 1711. Corella.

Fuente: Archivo Militar de Segovia (1711-1716). Expediente: Auto Juicio Apresamiento San José, Legajo 378, Exp. 3778.

Marco Polo Alonso
Marco Polo Alonsohttps://amaropargo.es/
Investigador, escritor y empresario.

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