martes, 14 octubre, 2025

Hallada una carta de Amaro Pargo: “Estoy preso por servir a Su Majestad”

A veces, una carta no es solo un documento, sino una herida abierta en la historia. La que aquí se presenta, escrita de puño y letra por Amaro Rodríguez Felipe —más conocido como Amaro Pargo—, trasciende el género epistolar para convertirse en una acusación sin paliativos contra la corrupción endémica de la provincia de Caracas. El 26 de febrero de 1715, el capitán corsario, en su misiva al Marqués de Montesacro, no habla como un aventurero, sino como un funcionario del Rey que ve cómo la legalidad que representa se estrella contra la avaricia de jueces, alcaldes y gobernadores.

En la carta, Amaro relata con asombro y rabia su propia prisión —»en casa con una guardia de cinco hombres»— y la detención de su compañero, mientras denuncia el desmantelamiento del proyecto del Asiento de Montesacro. Lejos de facilitar el registro y la venta de la carga del navío, las autoridades locales —con el gobernador Alberto de Bertodano a la cabeza— impusieron un clima de hostilidad y saqueo. Amaro no duda en afirmar que Bertodano era un “buen hombre para regir un regimiento de soldados, y no para gobernar esta alterada provincia”.

De este documento emerge la radiografía de un sistema envenenado por la codicia. El gobernador y sus cómplices pretendían mantener un gravamen del 15% sobre la población, cuando la tasa real era de apenas un 2,5%. Peor aún: forzaron a los mulatos a pagar este abuso fiscal, a pesar de estar exentos por privilegios de la Corona. Con la autoridad que le confiere ser un emisario del Rey, Amaro se muestra indignado ante esta injusticia que no solo quebranta la ley, sino que golpea a los sectores más vulnerables.

La carta también se convierte en una ventana al mapa real del contrabando en Venezuela. Amaro denuncia que en Puerto Cabello y sus zonas aledañas operaban hasta 25 embarcaciones extranjeras cargadas de cacao, aguardiente y otros géneros ilícitos, mientras las autoridades hacían la vista gorda. Según sus palabras, su sola presencia habría bastado para dispersar a los contrabandistas, pero su acción fue saboteada desde dentro, por quienes deberían haber apoyado su misión.

Cada línea de este documento nos permite adentrarnos en lo que vivió Amaro durante los primeros días de sus más de 10 años en el Caribe. Cada palabra late con una mezcla de impotencia y desesperación, la de un hombre privado de libertad, con el deseo de hacer justicia y limpiar las costas del contrabando, pero frenado por unas autoridades corruptas. Amaro no escribe para salvar su nombre, sino para preservar su misión y honrar su integridad como hombre fiel a la Corona.

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Carta de Amaro Rodríguez Felipe al Marqués de Montesacro

Guaira, 26 de febrero de 1715

Mi estimado señor:

Como es mi obligación, le doy cuenta de que he llegado a este puerto de La Guaira, provincia de Caracas, el día 8 de este mes. Tan pronto como eché el ancla, envié al maestre a la ciudad para que entregara el registro a los oficiales reales. Ellos decidieron que uno de ellos bajaría a inspeccionar mi navío. Cuando llegó, notificado de ello, pasé a visitarle junto con los dos ministros, el oidor y el alcalde. Al regresar, justo cuando él salía de cumplir con su ceremonia, me dijo que quería pasar, según la costumbre, a inspeccionar el navío. Le respondí que cuando tuviera a bien hacerlo, enviaría el bote para que pudiera realizar la visita.

En ese momento, los señores oidor y alcalde lo llamaron y el oficial real les comunicó su intención de inspeccionar el navío. Esto provocó una controversia entre ellos, lo que hizo que el oficial real suspendiera su decisión. Según me llegó la noticia, los ministros le dijeron que solo ellos podían entender en este negocio. Dicho esto, se dio inicio a la descarga sin más intervención. El señor oidor se fue a la ciudad, a la casa de la Compañía, y comenzó a entender en algunos asuntos causados por sus órdenes secretas. Lo mismo hizo el alcalde en este puerto, lo que causó una gran extrañeza por estas operaciones. Molestos por esto, empezaron a difundir voces tumultuosas para que el pueblo se conspirara contra los ministros, incluyéndonos a mí y a mi compañero.

Entre muchas cosas, decían que Su Majestad (que Dios guarde) ordenaba sacar a todos los habitantes de la provincia un 15% de sus bienes y haciendas; y que se les impondría un tributo a los mulatos, a pesar de estar exentos de ello, y otras suposiciones de mayor gravedad. Para librarse de que estos jueces conocieran de sus delitos (si es que alguien los tiene), resolvieron no recibirlos, amparándose en un despacho que dicen tener de Su Majestad en el que, bajo graves penas, les manda no recibir ni dar cumplimiento a ninguna cédula que no haya pasado por el Consejo de Indias. Como las de estos ministros vienen por la vía reservada, se negaron a cumplirlas. Es cierto que todo esto no era muy perjudicial para la Compañía, aunque reconozco que será grave. Pero lo más grave es que el día 8 de este mes, el gobernador, a petición de los oficiales reales, decidió intervenir en el navío, pasándolo a inspeccionar tres veces y a tomar nota de su carga; todo esto ejecutado con una absoluta tropelía, presuponiendo ver géneros y frutos fuera de registro, con tan gran exceso que decían que ascendían a 80 o 90 mil pesos.

A todas estas operaciones me opuse, aunque no pude impedirlas por ser tan violenta su actuación. Llegaron a poner guardias de soldados tanto en el navío como en los almacenes y en mi casa, quitándome las llaves de dichos almacenes para inspeccionarlos a su antojo. Y parece que esto no es lo más grave. Debo decir que, como consta en el contrato, no debían ejecutar estas atropellos, ya que el negocio se ha detenido. Y aunque hay muchos géneros en la provincia de los que continuamente introducen por esta costa los holandeses, ingleses y franceses, con el miedo que le habían tomado a estos ministros, no dudo que evitarían comerciar con la libertad que antes. Y por lo que respecta a los aguardientes de caña, que fabrican todos, y en particular los hombres más importantes de la provincia, dejarían de venderlos y fabricarlos con la disolución que lo hacen.

De la misma manera, yo habría cargado cacao para la Nueva España y podría haber salido de este puerto para el de Veracruz en el mes de julio. Aunque para lograr esto era necesario haber ido a Puerto Cabello, 24 leguas al este, donde se encuentran unas 25 embarcaciones, incluyendo otros puertos cercanos, siendo todas ellas extranjeras. Con mi llegada, se habrían ido todas las que hay en aquella costa. Y sin duda, habría cargado cacao y al mismo tiempo habría evitado muchas introducciones que se hacen por aquellos puertos y que estos extranjeros cargaran y vendieran.

No dudo que Su Majestad pierde mucho por esta facilidad en aquellos valles y puertos, y todo esto es de pasada. Lo que más siento es que aquí no hayan obedecido a los jueces, que son quienes debían restringir el comercio ilícito que daña a la Compañía. Por lo tanto, ignoro cuándo se resolverá este asunto, ya que tengo previsto que los interesados perderán mucho si no se pone remedio, lo cual considero algo difícil según estoy viendo. Ojalá, como le dije a usted muchas veces, no hubiera venido a semejante país, pues todo se ha confabulado contra mí y mi compañero.

Han llegado a decir que no nos han de comprar nada del registro ni mucho menos embarcar cacao en el navío. Y hasta ahora lo vemos en la práctica, pues no hemos vendido nada. Aunque es verdad que aquí los géneros están un 12% más caros que en Cádiz, y algunos más baratos. Y como llevo solicitado, parece necesario que usted solicite que haya algún registro, tanto en los aguardientes de caña que se fabrican como en la libertad pública con que los extranjeros introducen sus géneros por los puertos de esta costa. Aunque en ninguno de ellos hay defensa, los tenientes pueden remediarlo, pues ellos son capaces de castigar tanto a los españoles como a los nativos que van a bordo de las embarcaciones, y no permitir que la gente de estas baje a tierra. Parece imposible que no les llegue la noticia, e incluso que no vean embarcar el cacao, cueros, tabaco y sebo, y desembarcar los géneros que han recibido por el producto de estos frutos, y el dinero que antes han llevado a bordo.

Y como todos, o la mayoría de los de este país, dicen que es ley natural buscar la mayor conveniencia y que por esto se les permite su gran desorden y libertad, llegaron todos a temer que estos ministros lo iban a destruir y a disimular sus depravadas intenciones. Para parecer libres de su merecido castigo, han emprendido ejecutar, a su modo de entender, el remediar su agravio, conspirando a todo tipo de gente, no solo contra los ministros, sino contra mí, diciendo que fui yo quien hizo la propuesta de que era conveniente que vinieran a esta provincia. Y tengo por muy cierto que pareciéndole conveniente a mi compañero el segregar a los ministros de la casa de la Compañía, sabiendo que lo que se busca es por ellos, es tal la ojeriza que le han tomado que no la quieren alquilar. Dios, si puede, remedie estas cosas y me dé la fortuna de que se serenen en parte. Y así mismo, poder servir a usted y a la Compañía con la seguridad de que no me negaré, como es mi obligación, a poner los medios más eficaces sin perder tiempo en ejecutar diligencias que sean favorables al negocio y al navío de mi cargo. Esta verdad la calificarán mis operaciones. Y creo que en cuanto a los despachos o instrucciones de los ministros, aunque les vengan pasados por el Consejo de Indias, o en su lugar otros jueces, de la misma forma no harán nada mientras Su Majestad no tome otra determinación, pues veo este país tan encendido que no es un hombre capaz de mitigar su fuego, y más cuando ni el gobernador tiene guardia, pues se la han quitado en virtud de una real cédula que solicitaron. Se puede creer que su informe se dirigió con la intención de que el gobierno no pudiera reprimir muchas cosas en las que es preciso el auxilio de la gente del sueldo.

En conclusión, es tal la ignominia con que tratan el asiento que por la causa más leve, el castellano, justicia mayor de este puerto, prende a la gente de mi tripulación, sin ignorar que estos están inhibidos de su jurisdicción por el asiento, expresando cuando prende a alguno que lo pongan de cabeza en un cepo, porque es del registro. Y porque tienen al Rey en el cuerpo, llega a tanto su descaro que dice que los prenderá y hará lo que quiera para ver quién se lo impide.

Yo sé que, en cierto modo, intentan provocarme, pero tolero su ánimo además de que no me sería posible evitar que a mí y a mi gente nos hicieran las extorsiones que quisieran. Y será preciso pasar por estas cosas, lo uno por no poderlo remediar, lo otro para que nunca sea tachado de intolerable.

Estos caballeros ministros, tan pronto como echamos el ancla en este puerto, nos hicieron saber a mí, a mi compañero y al maestre, una cédula real con fecha 17 de noviembre del año pasado, la cual venía en un pliego que abrieron en nuestra presencia, siendo el mismo que usted me dijo que traían. Por ella, Su Majestad ordena que cada 100 pesos de capital invertidos en España sean estimados a… y de esto se debe pagar el 2,5% que importa 3 pesos y 6 reales, y asimismo el 10% de alcabala que son 13 pesos. De esto se deduce que cada 100 pesos de capital se han de pagar aquí 16 pesos y 6 reales, y en esta contaduría debe entrar el valor del 2,5%; y en nuestro poder el de las alcabalas, como consta en la real cédula que han mostrado los mencionados ministros.

Los 600 quintales de hierro que he traído no se podían vender en ningún momento en esta provincia. En atención a esto, usted puede solicitar si fuera posible licencia para transportarlo a la Veracruz en las fragatas de trato.

Dicho gobernador, a petición de dichos oficiales reales, expidió un decreto para que el castellano de este puerto me notificara que entregara las facturas y órdenes. Y al no haberlo hecho, me dejó preso en casa con una guardia de 5 hombres, a quienes dice que he de pagar un peso por hombre cada día. Y a mi compañero lo prendieron en la cárcel de Caracas, donde estuvo unas 6 horas y luego lo restituyeron preso en la casa de la Compañía. El motivo era que entregara dichas facturas y órdenes, lo que hemos evitado negando que otros jueces que no sean los ministros deban conocer de nosotros, y esto solo en caso de fraude y no en otro.

Este caballero gobernador es un buen hombre para regir un regimiento de soldados, y no para gobernar esta provincia alterada. Porque esto, lo digo de verdad, lo gobiernan los alcaldes y otros individuos. Y llega a tanta la maldad, que el castellano tiene una orden secreta para investigar quiénes han recibido cartas nuestras para España, con la intención de quitarlas para ver su contenido.

Y dejo de molestar a usted, a quien ruego a la divina Majestad que guarde muchos años. Guaira, 26 de febrero de 1715.

Hasta hoy dura nuestra prisión, y lo más sensible para nosotros es ver el negocio paralizado sin permitirnos el expendio de los efectos. En vista de esto, los ministros, a petición nuestra, han exhortado al gobernador y a los oficiales reales, protestando los grandes daños que experimenta la Compañía, y en una de las protestas se estima la pérdida en mil pesos cada día. Y habiendo dichos ministros ido el día 16 a casa del gobernador, no los recibieron ni quisieron recibir los papeles que dejaron al cabo de guardia, quien dijo que tenía orden de no dejarlos entrar ni recibirles recado ni papel. Esta acción no es aceptable. Deseo que me den libertad o que me trasladen la prisión a aquella ciudad, para solicitar que me permitan ir a Puerto Cabello para poder cargar la cosecha de San Juan, ya que no ha podido ser en esta (La Guaira) por haber estos caballeros obstaculizado el asunto. De lo contrario, como ya he dicho, habría cargado y remediado algunos de los desórdenes que hay en esta costa.

El despacho en que se permite que el navío pueda ir a la Veracruz es estricto, según me parece y me escriben dichos ministros, pues se dice a los oficiales reales que permitan ejecutar dicho viaje después de haber vendido todos los frutos y efectos. Y que con este proceder pueda cargar de cacao para dicho puerto de la Veracruz. No obstante, en cuanto me pongan en libertad, creo que lograré, como es de justicia, la carga de aquí a septiembre, prefiriendo a las embarcaciones que haya para el de la Veracruz. Dios guarde a usted muchos años.

Guaira, 8 de marzo de 1715.

Besa las manos de su merced su mayor servidor,

Amaro Rodríguez Felipe.

Firma del capitán Pargo en la carta hallada.

Carta Original de Amaro Rodríguez Felipe al Marqués de Montesacro

Muy señor mío:

Como es de mi obligazión, doy qüentta a vuestra merced hauer llegado a este puertto de La Guaira, prouinzia de Caracas, el día 8 de este presente año. Y luego que di fondo, ymbié al maestre a la ziudad para que entregara el registro a los ofiziales Reales, quienes determinaron vajaze vno a la visitta del nauío de mi cargo; y hauiendo este llegado, notizioso de ello passé a vizittarle y este a los dos ministros, oydor y alcalde. Y veniendo yo de fuera, a tiempo que él salía de cumplir con su seremonia, me dijo quería passar, según estilo, a vizittar el navío, y le respondí que quando fuere servido de executar, vendría el vote para que fuesse a la visitta.

Y a este tiempo les llamaron los señores oydor y alcalde, y les dijo el ofizial Real cómo passaua a visittar el nauío, de que resultó tener entre unos y otros sus controverzias, cuio motivo hizo suspender su deliberazión al referido oficial Real, a quién dijeron los ministros, según llegó a mi notizia, el que no deuían conozer de este negoziado juezes otros que ellos. Y diziendo esto se dio prinzipio a la descarga sin otra yntervenzión, y el señor oydor passó a la ciudad, a la cassa de la Compañía, comenzando a entender en algunas dependenzias caussadas de sus órdenes secretas, como también el alcalde en este puertto, de que resultó el que mucho estrañaren estas operaziones; y alterados de esto comenzaron a esparzir algunas vozes tumultuarias, para que el pueblo se conspiraze contra los ministros, no eseptuando a mí y a mi compañero.

Y entre las muchas cosas era que Su Majestad (que Dios guarde) mandaua sacar a todos los moradores de la provinzia vn 15 por 100 de sus vienes y azienda; y a los mulattos imponerles tributto, estando exsemptos de ello, y otras suposiziones de mayor grauedad. Y para lebrarse [sic] de que estos juezes tubieran que conozer de sus delittos (si ay alguno que los tenga), resoluieron no rezeuirlos, atendiendo a vn despacho que dizen tener de Su Majestad en que deuajo de graues penas les manda no reziuan ni den cumplimiento a zédula alguna que no venga pasada por el Conzejo de Yndias. Y como las de estos ministros vienen despachadas por la vía reseruada, negaron su cumplimiento, siendo sierto que todo esto no era muy dañoso a la compañía, aunque conozco será graue; pero el maior es que el día 8 deste mes resolvió el governador, a pedimento de los ofiziales Reales, el entender en el nauío passándolo a visittar tres vezes y a tomar razón de su carga; todo esto executado con una absoluta tropelía, presuponiendo ver jéneros y fructos fuera de registro, con tan g[r]ande exsesso que dezían ser astta 80 o 90 mil pessos.

Y a todas estas operaziones me opusse, aunque no lo pude remediar por ser ttan violento su obrar, pues passaron a poner guardias de soldados así en el nauío como en los almazenes y en la cassa de mi morada, quitándome las llaues de dichos almazenes para reconozerlos a su saluo. Y paresse que esto no es lo más grauosso y deuo dezir que, como pareze del contratto, no deuían executar estos arrojos por lo que se [h]a controvertido el cursso del negozio, pu[es] esttá parado; y aunque ai muchos jéneros en la prouinzia de los que continuamente yntroduzen por esta costta los olandeses, ingleses y franzeses, con el temor que hauían tomado a estos ministros, no dudo escussarían comerziar con el desaogo que anttes y por lo que mira a los aguardientes de caña, que esto lo fabrican todos, y en partticular los primeros ombres de la prouincia, sessarían de venderlos y fabricarlos, con la disoluzión que todos lo hazen.

Así también yo vbiera cargado de cacao para la Nueva España, y pudiera salir de este puertto para el de la Vera Cruz por el mes de jullio, aunque para lograr estos era nezesario hauer hido a Puerto Cauello, 24 leguas leste, an donde se hallan como astta 25 embarcaziones, ynclussos otros puertos contiguos, siendo todas estas estranjeras; y con mi hida se saldrían todas las que hai en aquella costta; y sin duda cargara de cacao y al mismo tiempo evitara muchas yntroduziones que por aquellos puerttos se hazen, y el que estos cargaran y vendieran.

Y no dudo pierde Su Majestad mucho en que haia esta fazilidad en aquellos valles y puerttos, y todo esto es de passo; y lo que más sientto que aquí no haian obedezido a los juezes que son los que hauían de estrinjir el ilízitto comerzio que es el que daña la Compañía, de modo que ignoro quándo se fenezerá esta dependenzia por tener preuistto el que perderán mucho los ynteressados si no se pone remedio, que esto lo conzidero algo difízil según estoy mirando; y quiziera, como dije a vuestra merced muchas vezes, el no hauer venido a semejante paíz, pues todo se a configurado contra mí y mi compañero.

Y an llegado a dezir no nos ha de comprar del rejistro nada y menos embarcar cacao en el nauío; y astta ora lo vemos practicado, pues no emos vendido cosa alguna; aunque es verdad que aquí se hallan los jéneros vn 12 por 100 más caros que en Cádiz, y algunos más baratos; y como lleuo pedido, pareze necesario el que vuestra merced solizitte haia algún rre[xistro], así en los aguardientes que se hazen de caña como en la pública liberttad con que los estranjeros yntroduzen sus jéneros por [los] puerttos de esta costta, que aunque en ninguno dellos hai defen[sa], puédenlo remediar los thenienttes, pues estos son capazes de casttigar así a los españoles como a los naturales que van a [bordo] de las embarcaziones ni premitir [sic] que la jentte de estas sa[lte] en tierra, pues pareze ymposible que deje de llegar a su notizia, y aun ver embarcar el cacao, cueros, tauaco y zeuo [sic, sebo], como el echar en tierra los jéneros que han rezeuido del producto de estos fructos, y el dinero que antes han lleuado a bordo.

Y como todos, o los más de este paíz, dizen es ley natural solizittar la maior combenienzia, y que por esto les es permitido su gran desagüe y liberttad, llegaron todos a temer que estos ministros lo hauían de destruir y paliar sus deprauadas intenziones, a fin de parezerles liberttar de su merezido casttigo, han emprendido executar a su modo de entender el remediar su vejazión, conspirando a todo jénero de jentte, no solo contra los ministros sino con[tra] mí, diziendo fui quien hize la proposizión de ser combenientte el que viniessen a esta prouincia; y tengo entendido por muy siertto que pareziéndole combeniente a mi compañero el segregar los ministros de la cassa de la Compañía, sauiendo la que se buzca es para ellos, es ttal la ojeriza que le han tomado que no la quieren adquilar. Dios como pue[de] e remedie esttas cosas y me dé la forttuna de que se serenen en partte. Y así mismo a seruir a vuestra merced y a la compañía con el seguro que no me negaré, como es de mi obligazión, a poner los medios más eficazes sin perder tiempo en executar diligenzias, que sea faborable al negozio y nauío de mi cargo; que esta verdad la calificarán mis operaziones y creo que en quantto a los despachos o ynstruziones de los ministros aunque les vengan pasados por el Conzejo de Yndias, o en su lugar otros juezes; en la misma forma no arán nada en ýnterin que Su Majestad no tome otra determinazión, pues veo este paíz tan enzendido que no es capaz vn ombre de mitigar su fuego, y más quando ni el Governador tiene guardia, pues la que solía tener se lan [sic] quittado en virttud de vna Real zédula que solizittaron. Que se puede cre[e]r se dirijió su ynforme a fin de que el gobierno no pudiera reprimir muchas cosas en que es preziso el ausilio de la jentte del sueldo.

Y en concluzión es tal la ygnominia con que tratan el azientto que por la más leue caussa prende el castellano, justizia maior deste puertto, a la jentte de mi equipaje, no ygnorando questos están ynibidos por el azientto de su jurisdición, expresando quando prende alguno que lo pongan de cauessa en un sepo, porque es del rrejistro.

Y porque tienen al Rey en el cuerpo, y llega a tantto su desaogo que dize que los prenderá y hará lo que quisiere por ver quien se lo embaraza.

Yo conoz[co] que solizittan, en algún modo, prouocarme, que pe[resi]do su ánimo le tolero además que no me fuera posible obiar el que a mí y a mi jentte absoluta hagan las estorziones que quizieren; y será presiso el pasar por estas cosas, lo vno por no poderlo remediar, lo otro porque en ningún tiempo sea sindicado de yntolerable.

Estos caualleros ministros, luego que dimos fondo en este puertto, nos hizieron sauer a mí, a mi compañero y maestre, vna zédula Real, su fecha 17 de noviembre del año pasado, la qual venía en un pliego que abrieron en nuestra presenzia, siendo el mismo que vuestra merced me dijo traían: y por ella ordena Su Majestad que cada 100 pesos de prinzipal empleados en España se estimen a quien 1[…] y desto se ha de pagar el 2 ½ por 100 que ymportta 3 pesos 6 rreales, y así mismo 10 por 100 de alcauala que son 13 pessos, que es vistto el que cada 100 pesos de prinzipal se an de pagar aquí 16 pesos 6 reales, y en esta contaduría deue entrar el valor del 2 ½ por 100; y en nuestro poder el de alcaualas, como constta de la Real zédula que han mostrado los declarados ministros.

Los 600 quintales de fierro que [h]e traído no se podía[n] vender en ningún tiempo en esta prouinzia; y en atención a esto puede vuestra merced solizitar si fuere posible lizenzia para transporttarlo a la Veracruz en las fregatas [sic] de tratto.

Dicho Governador, a pedimento de dichos ofiziales Reales, expidió vn decretto para que el casttellano deste puertto me notificara entregase las facturas y órdenes; y no hauiéndolo echo, me dejó preso en cassa con una guardia de 5 hombres a quienes dize [h]e de pagar vn peso cada ombre cada día.

Y a dicho mi compañero le prendieron en la cárzel de Caracas, a donde estubo con 6 oras y luego le restituieron preso a la casa de la Compañía, siendo el motiuo que entregara las dichas facturas y órdenes, lo que emos escusado negando el que de nosotros deuen conozer juesses algunos que no sean los ministros; y esto en caso de fraude y no en otro.

Este cauallero Governador es buen ombre para rejir vn rejimiento de soldados, y no para governar esta alterada prouinzia; que esto oy con verdad lo goviernan los alcaldes y otros yndiuiduos. Y llega a tanta la maldad, que el casttellano tiene orden secretta para imbestigar quiénes han rezeuido carttas para España de nosotros, con ánimo de pasar a quitarlas para ver su conthenido.

Y dejo de molestar a vuestra merced, a quien ruego a la diuina Majestad guarde muchos años. Guaira, febrero 26 de 1715.

Asta oy dura nuestra prizión, y lo más senzible para nosotros es ver parado el negozio sin permitirnos el dispendio de los efectos, en vista de lo qual los ministros, a nuestro pedimento, han exsorttado al Governador y ofiziales Reales protestando los crezidos daños que experimentta la Compañía, y en una de las protesttas se estima el quebrantto de mil pessos cada día. Y hauiendo dichos ministros pasado el día 16 en cassa del Governador no los rezeuieron ny quizieron rezeuir los papeles que dejauan al cauo de guardia, quien dijo tenía orden de no dejarlos entrar ni rezeuirles recado ni papel, aczión no practicable, io deseo me den libertad o que me remueba la prizión a aquella ciudad, para solizitar el que me permittan hir al Puertto Cauello para lograr cargar la cozecha de San Juan, y que no ha podido ser en esta por hauer estos caualleros controver[tido] la dependenzia; que de lo contrario, como dicho queda, vbiera cargado y remediado algunos de los desórdenes que hai en esta costta.

El despacho en que permitte su merced que el nauío puede hir a la Veracruz está estrecho según me pareze y me escriuen dichos ministros, pues dízes[e] a los ofiziales Reales permittan el executar dicho viaje después de hauer vendido todos los fructos y efettos. Y que con este proze[der] pueda cargar de cacao para el dicho puertto de la Veracruz, no ostante como me pongan en liberttad creo venzer, como es de justizia, el car[go] de aquí a septiembre, prefiriendo a las embarcaziones que vbiere […] para el de la Veracruz. Dios guarde a vuestra merced muchos años. Guaira y marzo 8 de 17[15]

Besa las manos de su merced su mayor servidor,

Amaro Rodríguez Phelipe.

Marco Polo Alonso
Marco Polo Alonsohttps://amaropargo.es/
Investigador, escritor y empresario.

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