Como padre y como amigo, hay palabras que me conectan con la gente a la que admiro y con quienes deseo cruzar esa línea de confianza que a veces impone la formalidad. La palabra “compadre” es una de ellas. Mis hijos, y algunos colegas, tanto dentro como fuera del trabajo, me llaman así. Para mí, es un vínculo sagrado.
Estos días, investigando en los documentos del Archivo de Indias de Sevilla para esclarecer una de las etapas menos estudiadas de Amaro Pargo —su larga permanencia en el Caribe, donde llegó a pasar casi una década sin regresar a Canarias— me encontré con la declaración de don Gaspar de Arenas, vecino de Caracas en 1716, con intereses mercantiles y propiedades en gran parte del litoral venezolano.
El documento recoge su testimonio bajo juramento, en el marco de una pesquisa por contrabando que implicaba al capitán Thomas Cróquer, a Amaro y a otros hombres de su círculo. Y lo que más me llamó la atención no fue la acusación en sí, sino cómo Arenas se refería a uno de los implicados. No como socio, sino como amigo y “compadre”.
En su declaración ante el oidor Antonio de Cobián Valdés, dijo:
“…como su amigo y compadre, no por odio ni mala voluntad que profesase a dichos señores jueces…”
Una frase escrita hace más de 300 años. La misma palabra, el mismo sentido. Prueba de que ciertos vínculos —lealtad, afecto y compromiso hacia aquellos que uno quiere y extraña— no han cambiado tanto desde entonces.
Más adelante, el propio documento vuelve a subrayar esa relación, cuando el testigo aclara que fue a visitar a don Thomas Cróquer en la cárcel, y no por curiosidad ni interés, sino porque era su compadre:
“…y que solo tiene que añadir el que fue a visitar a don Thomás Cróquer, su compadre, en la ocasión en que le puso en prisión en la cárcel de esta ciudad el gobernador y justicias, pues dentro de dos o tres horas de su prisión medió el señor don Jorge Lozano y Peralta, oidor de la Audiencia de Santo Domingo, en que no se le continuase la prisión y cárcel, y la tuviese en su casa, donde se mantuvo algunos días.”
Este tipo de hallazgos son precisamente los que te sacan una sonrisa, te motivan a seguir investigando, y terminan guardados en ese pequeño cofre mental donde uno atesora las perlas del pasado.
Y como ocurre con todo lo que merece ser compartido, una vez tengamos toda la información analizada y transcrita, pasará a ser de dominio público en la web amaropargo.es, donde se irán subiendo los diferentes legajos que hemos ido escaneando y estudiando durante estos años. La complejidad de aquella etapa inicial de Amaro en una Compañía Real fue una auténtica odisea para nuestro capitán lagunero, quien tuvo que armarse de grandes dosis de paciencia para no sucumbir en lo que era su misión bajo juramento, al servicio de España.